8 de noviembre de 1783

El cocido de langosta que preparó ayer Miércoles me sacó de mi hamaca y de mi marasmo. No por bueno, sino por malo. Tuve que hacerme cargo yo de la comida para no morir de una indigestión. Ya le dije que tiene suerte de no ser cristiano, porque se habría ganado directamente el infierno con semejante guiso.

7 de noviembre de 1783

2º día de resaca: el desánimo da paso a las ganas de no hacer nada. Miércoles, sin embargo, se ha levantado con ganas de barrer y cocinar. Estos infieles y sus costumbres bárbaras...

6 de noviembre de 1783

También es verdad que en mi amada Escocia, una vez solventada la resaca, volvías a ver el verdadero rostro de las chicas. Aquí, sin embargo, queda el recuerdo de las bellísimas ninfas que nos acompañaron durante 4 días de licor de coco... y duele.

5 de noviembre de 1783

Después de una gran borrachera siempre hay dos sensaciones simultáneas: el arrepentimiento (no vuelvo a beber) y la añoranza (todo era más bonito cuando estaba borracho).

4 de noviembre de 1783

He pasado la noche añorando mi vida anterior en compañía de una rubia moza de generosos pechos. Mientras la tocaba, ella posaba al loro en su hombro y le hacía mimos mientras me contaba lo que amaba a los pájaros. Miércoles se ha pintado la cara con tierra y baila de forma inconexa junto a una hoguera, con el machete en la mano. Grita algo asó como "e ohó... e ohó..."

3 de noviembre de 1783

Tengo el santo remedio para el dolor de cabeza. Seguir tomando licor hasta que desaparezca y una barcaza llena de lozanas doncellas desnudas se acerque desde el horizonte arrojando pétalos de rosa a su paso.

2 de noviembre de 1783

Y hoy celebramos San Nosotros Dos. Hasta el loro se ha sumado a la fiesta y canta con nosotros. O el licor nos lo hace parecer. Probablemente seamos nosotros los que graznamos como el loro, ya que Miércoles ni siquiera se sabe la letra del "Scotland, beloved homeland".

1 de noviembre de 1783

Seguimos teniendo licor por galones. Entramos en el tercer día de festejos. Hoy celebramos el día de Todos los Santos.

30 de octubre de 1783

A juzgar por su forma de beber, Miércoles jamás ha dudado de que en este universo no hay más orden que el que uno se imponga. Llevamos 24 horas completamente borrachos y la vida comienza a ser un poco más llevadera.

29 de octubre de 1783

Hoy por fin tenemos el licor. Estupendo para celebrar que hoy es domingo. Aunque al Señor que aquí nos dejó abandonados a nuestra suerte lo mismo le daría que fuese martes... Ante estos comienzos de duda acerca de la existencia de un Orden en el universo, Miércoles y yo hoy la pillaremos a nuestra salud.

28 de octubre de 1783

Aunque la experiencia adquirida en mi amada Escocia, tras años de arrítmica ingesta de whisky, no me da pie a esperanzarme en demasía.

27 de octubre de 1783

El licor de coco ya casi está. Creo que mañana podremos darle curso a través de nuestro tracto digestivo superior. Espero que después discurra por el inferior de manera más sutil que la madre fruta que le precedió hace unos días.

26 de octubre de 1783

Aunque bien es verdad que me temo que tiempo me sobre en esta isla para poder hacerlo. Quizás separe una botella y la entierre a ver en qué queda dentro de un par de lustros.

25 de octubre de 1783

El improvisado alambique comienza a destilar el agua de coco. No esperaremos 10 años a que envejezca en barrica de roble, eso téngalo el lector por seguro.

24 de octubre de 1783

La ingesta de cocos me ha vaciado por dentro. Gracias a las hojas de nenúfar de la laguna vecina tengo el tercer ojo como un fresón maduro.

23 de octubre de 1783

La diarrea sigue de forma imperturbable. No así mis intestinos. Miércoles está como nuevo, estos nativos infieles son hijos del mismísimo demonio.

22 de octubre de 1783

Al aburrimiento se suma hoy la cagalera (lo del vientre flojo siempre me pareció un eufemismo que en esta isla no salva la dignidad de nadie). La gran cantidad de cocos necesarios para destilar el licor nos obligan a comerlos antes de que se pudran y su olor llame a nuestra playa a bichos de todo pelaje.

21 de octubre de 1783

Lo peor de decidir destilar cocos es el tiempo de espera. Nos pasamos Miércoles y yo las horas sentados como pasmarotes ante el alambique, fabricado a base de cañas del manglar.

20 de octubre de 1783

Hoy es un día tan tonto como cualquier otro. El estado de ánimo es el perfecto para ponernos a destilar agua de coco.

19 de octubre de 1783

Bien es verdad que este hombre tiene una paciencia infinita. Por muchas barbaridades que le diga, él me mira, se encoge de hombros y sonríe. Al final le voy a coger cariño, verás tú...

18 de octubre de 1783

Aunque bien pensado, es la única forma de desahogarme. Chillarle a Miércoles por señas no me llena.

17 de octubre de 1783

Una ráfaga de viento me ha devuelto el diario de a bordo. Casi me da rabia, me apetecía descansar un par de meses de tanto escribir.