30 de julio de 1783
Esta mañana el ruido ya era ensordecedor. Convencido de que era el palpitar de mi corazón oído desde dentro, me tumbé a echar la siesta. Acto seguido aparecieron 30 negrazos en taparrabos y me llevan atado en un palo como los cerdos. Estoy escribiendo esto con la boca.
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