31 de agosto de 1783

Visto que el tonto está esperando a que yo piense cómo salir de aquí, me he puesto manos a la obra. Nunca mejor dicho. Las he sumergido en busca de mis pies para tirar de ellos hacia arriba.

30 de agosto de 1783

"No te metas donde no te llaman", me decía mi madre. "Nunca vas a sacar nada bueno", me repetía. Y no sé cómo lo hago, pero siempre consigo no hacerle ni caso.

29 de agosto de 1783

Enterrados en arenas movedizas, parece que hemos despistado a los caníbales, pero ahora no hay forma de salir de aquí. Ha aparecido el conejo y nos mira fijamente a los ojos. Espero que esté pensando en cómo rescatarnos.

28 de agosto de 1783

Por no ir directamente a mi cabaña y poder despistar a los caníbales, hemos caído en un pozo de arenas movedizas. Estamos metidos hasta el cuello. El tonto me sigue sonriendo.

27 de agosto de 1783

No quiero dar pistas a los caníbales de dónde se encuentra mi cabaña. Me llevaré al tonto a dar un rodeo para despistarlos. Tampoco hace falta que me lo lleve, el muy lerdo me sigue como si yo fuese un seguro de vida.

26 de agosto de 1783

Bum... shaká laká...bum...shaká laká...bum...shaká laká...bum... shaká laká...bum...shaká laká...bum...shaká laká...bum... shaká laká...bum...shaká laká...bum...shaká lakáaaaaaaaaaaa

¡¡¡Flaubeeert!!!

25 de agosto de 1783

El nativo tonto y yo huimos como almas que llevase el diablo montaña abajo. Los caníbales nos persiguen haciendo sonar sus horribles gritos y tambores en la lejanía.

Bum... shaká laká...bum...shaká laká...bum...shaká laká...

24 de agosto de 1783

Esta mañana por fin nos metieron en la olla. Resulta que nos quisieron meter a la vez y ambas cinturas no cabían al tiempo por el perímetro olleril, así que la enorme vasija rompió. Ambos aprovechamos a salir a la carrera mientras el cocinero inventaba nuevos idiomas.

23 de agosto de 1783

Hay que ver lo mal que se duerme colgado de una cuerda por los pulgares. Y más dificil aún es escribir esto. No os diré con qué lo hago...

22 de agosto de 1783

Colgado en esta cuerda añoro incluso los días en los que tenía que soportar las tardes de compras con mi añorada Morag en nuestro Edimburgo natal. Hasta ese punto estoy desesperado.

21 de agosto de 1783

Necesitába ganar tiempo como fuese. Cuando la olla ya hervía, la han puesto debajo nuestro y he aprovechado para mearme pata abajo en abundancia. Los caníbales se han puesto a jurar en arameo, el cocinero con especial vehemencia.

20 de agosto de 1783

Bueno, me temo que habrá que rediseñar el plan de fuga. El cocinero ha puesto a calentar una olla enorme y el tonto me mira y sonríe con los dientes de abajo. Del conejo, ni rastro.

19 de agosto de 1783

Le tiré la piedra al chamán. Fallé. Salí corriendo de todos modos al rescate y tropecé con el conejo. Caí trastabillado sobre la olla, que se ha vuelto a romper. Ahora estoy colgado en otra cuerda junto al tonto.

18 de agosto de 1783

Ya está, he trazado un plan perfecto. Lanzaré una certera pedrada a la cabeza del chamán, el revuelo dejará sólo al cocinero en la olla, al que derribaré y ataré hábil y rápidamente con una liana. Utilizaré su cuchillo para cortar la cuerda de la que cuelga el tonto y me lo llevaré al hombro ladera abajo.

17 de agosto de 1783

He hecho un alto en mi plan de rescate para reflexionar. Hoy hace doce años me salvó el azar de morir ahogado. El mismo azar que doce años después me tiene náufrago a la deriva...

16 de agosto de 1783

Debe ser el hambre el que no me deja pensar bien para trazar un plan de rescate y fuga. La nueva olla empieza a olerme bien. Como este conejo siga incordiando, acaba en la olla y me apunto al banquete.

15 de agosto de 1783

Sigo agazapado tras los arbustos pergeñando un plan. Un conejo a venido a olerme el culo.

14 de agosto de 1783

Vuelvo a estar agazapado en los arbustos. Lo que esta gente tiene es mucho hambre, porque al tonto colgado de los pulgares le dirigen las mismas miradas que a mí. Han puesto otra olla a calentar.

13 de agosto de 1783

Aprovechando el bullicio, salí corriendo en pos de mi libertad. Pero mira tú que a los 200 metros recordé tener conciencia y volví. No puedo dejar al tonto manazas en semejante situación. He de hacer algo.

12 de agosto de 1783

Pobre, chaval, lo han puesto a parir. Bueno, más bien a secar, porque lo han colgado por los pulgares de un palo altísimo. Con el lío, yo me he escabullido hasta unos arbustos cercanos.

11 de agosto de 1783

Ya empezaba a hacer mucho calor en esta olla cuando ha venido el tonto de la tribu para revolverme con el palo (parece ser que le hacía ilusión). Ha tropezado, ha caido sobre la olla, la ha volcado y se ha roto. Menos mal...

10 de agosto de 1783

Tras otra desesperante discusión acerca de la temperatura del caldo (o eso creo) me han acabado introduciendo en la olla. Reconozco que esto tiene buena pinta, si yo tuviese la dicha de ser uno de los comensales.

9 de agosto de 1783

Se han pasado la noche adobándome. Ahora mismo estoy rebozado en sal, pimienta negra, comino y un toque de picante. Huelo muy bien.

8 de agosto de 1783

Les hago ver que estoy enfermo. Tengo fiebre, estornudo, se me caen los mocos... Pero me temo que a ellos les está pudiendo más el hambre que el asco.

7 de agosto de 1783

Han terminado la discusión como yo me temía: me lo han dado todo y me están obligando a comerlo a punta de lanza. Han puesto una enorme olla a calentar.

6 de agosto de 1783

Y siguen, los tíos... Si en el fondo les da igual darme una cosa u otra, porque van a acabar comiéndome igual, pero es que les encanta discutir, creo que disfrutan con ello.

5 de agosto de 1783

Hoy aún no me han dado de comer. No es porque me vean demasiado gordo, sino porque dos tipos, a los que tengo por los cocineros están discutiendo. Uno intenta darme multitud de frutas y dulces. El otro, carne y pescado. Qué pena que un tercero no puje por el té y la sal de frutas.

4 de agosto de 1783

El 99% de los habitantes de esta isla son unos bordes y/o gilipollas. El 1% restante, lamentablemente, soy yo.

3 de agosto de 1783

Hay un tío que no me quita ojo. Me deja escribir en mi diario siempre y cuando siga masticando. En cuanto continúo mi movimiento mandibular, el tío se relame y sonríe.