8 de noviembre de 1783

El cocido de langosta que preparó ayer Miércoles me sacó de mi hamaca y de mi marasmo. No por bueno, sino por malo. Tuve que hacerme cargo yo de la comida para no morir de una indigestión. Ya le dije que tiene suerte de no ser cristiano, porque se habría ganado directamente el infierno con semejante guiso.

7 de noviembre de 1783

2º día de resaca: el desánimo da paso a las ganas de no hacer nada. Miércoles, sin embargo, se ha levantado con ganas de barrer y cocinar. Estos infieles y sus costumbres bárbaras...

6 de noviembre de 1783

También es verdad que en mi amada Escocia, una vez solventada la resaca, volvías a ver el verdadero rostro de las chicas. Aquí, sin embargo, queda el recuerdo de las bellísimas ninfas que nos acompañaron durante 4 días de licor de coco... y duele.

5 de noviembre de 1783

Después de una gran borrachera siempre hay dos sensaciones simultáneas: el arrepentimiento (no vuelvo a beber) y la añoranza (todo era más bonito cuando estaba borracho).

4 de noviembre de 1783

He pasado la noche añorando mi vida anterior en compañía de una rubia moza de generosos pechos. Mientras la tocaba, ella posaba al loro en su hombro y le hacía mimos mientras me contaba lo que amaba a los pájaros. Miércoles se ha pintado la cara con tierra y baila de forma inconexa junto a una hoguera, con el machete en la mano. Grita algo asó como "e ohó... e ohó..."

3 de noviembre de 1783

Tengo el santo remedio para el dolor de cabeza. Seguir tomando licor hasta que desaparezca y una barcaza llena de lozanas doncellas desnudas se acerque desde el horizonte arrojando pétalos de rosa a su paso.

2 de noviembre de 1783

Y hoy celebramos San Nosotros Dos. Hasta el loro se ha sumado a la fiesta y canta con nosotros. O el licor nos lo hace parecer. Probablemente seamos nosotros los que graznamos como el loro, ya que Miércoles ni siquiera se sabe la letra del "Scotland, beloved homeland".

1 de noviembre de 1783

Seguimos teniendo licor por galones. Entramos en el tercer día de festejos. Hoy celebramos el día de Todos los Santos.

30 de octubre de 1783

A juzgar por su forma de beber, Miércoles jamás ha dudado de que en este universo no hay más orden que el que uno se imponga. Llevamos 24 horas completamente borrachos y la vida comienza a ser un poco más llevadera.

29 de octubre de 1783

Hoy por fin tenemos el licor. Estupendo para celebrar que hoy es domingo. Aunque al Señor que aquí nos dejó abandonados a nuestra suerte lo mismo le daría que fuese martes... Ante estos comienzos de duda acerca de la existencia de un Orden en el universo, Miércoles y yo hoy la pillaremos a nuestra salud.

28 de octubre de 1783

Aunque la experiencia adquirida en mi amada Escocia, tras años de arrítmica ingesta de whisky, no me da pie a esperanzarme en demasía.

27 de octubre de 1783

El licor de coco ya casi está. Creo que mañana podremos darle curso a través de nuestro tracto digestivo superior. Espero que después discurra por el inferior de manera más sutil que la madre fruta que le precedió hace unos días.

26 de octubre de 1783

Aunque bien es verdad que me temo que tiempo me sobre en esta isla para poder hacerlo. Quizás separe una botella y la entierre a ver en qué queda dentro de un par de lustros.

25 de octubre de 1783

El improvisado alambique comienza a destilar el agua de coco. No esperaremos 10 años a que envejezca en barrica de roble, eso téngalo el lector por seguro.

24 de octubre de 1783

La ingesta de cocos me ha vaciado por dentro. Gracias a las hojas de nenúfar de la laguna vecina tengo el tercer ojo como un fresón maduro.

23 de octubre de 1783

La diarrea sigue de forma imperturbable. No así mis intestinos. Miércoles está como nuevo, estos nativos infieles son hijos del mismísimo demonio.

22 de octubre de 1783

Al aburrimiento se suma hoy la cagalera (lo del vientre flojo siempre me pareció un eufemismo que en esta isla no salva la dignidad de nadie). La gran cantidad de cocos necesarios para destilar el licor nos obligan a comerlos antes de que se pudran y su olor llame a nuestra playa a bichos de todo pelaje.

21 de octubre de 1783

Lo peor de decidir destilar cocos es el tiempo de espera. Nos pasamos Miércoles y yo las horas sentados como pasmarotes ante el alambique, fabricado a base de cañas del manglar.

20 de octubre de 1783

Hoy es un día tan tonto como cualquier otro. El estado de ánimo es el perfecto para ponernos a destilar agua de coco.

19 de octubre de 1783

Bien es verdad que este hombre tiene una paciencia infinita. Por muchas barbaridades que le diga, él me mira, se encoge de hombros y sonríe. Al final le voy a coger cariño, verás tú...

18 de octubre de 1783

Aunque bien pensado, es la única forma de desahogarme. Chillarle a Miércoles por señas no me llena.

17 de octubre de 1783

Una ráfaga de viento me ha devuelto el diario de a bordo. Casi me da rabia, me apetecía descansar un par de meses de tanto escribir.

16 de octubre de 1783

Mi diario sigue colgado y Miércoles sigue sin entender el concepto "licencia literaria" para mi caso. Ay, estos bárbaros nativos y su apego a las leyes de la física...

15 de octubre de 1783

Miércoles me ha preguntado que si mi diario de a bordo está en lo alto del cocotero más alto ¿cómo estoy escribiendo esto? Le he explicado que no todo lo que se lee ha de ser verosímil, que uno se puede permitir ciertas licencias literarias.

14 de octubre de 1783

Esta mañana se me ha quedado el diario de a bordo colgado de un cocotero gracias al cleptómano del loro. El más alto de todos, por si el bicho no lo había hecho a posta...

13 de octubre de 1783

Estos días estoy entretenido. La lluvia me ha levantado un poco el ánimo. Pero de vez en cuando vuelve la gran pregunta: ¿Hasta cuándo durará esto?

12 de octubre de 1783

Cómo me gusta tener agujetas...

11 de octubre de 1783

Va saliendo el sol, el licor de coco no ha dejado resaca y la brisa es estupenda. Creo que hoy jugaremos un rato a mi recientemente inventado footcoconutleaf.

10 de octubre de 1783

Los árboles, la playa, el mar, la madera de la cabaña, la hierba... todo huele fenomenal después de la lluvia. Hoy me siento con ganas de hacer algo.

9 de octubre de 1783

Hoy la tormenta ha comenzado a alejarse. Incluso durante un buen rato ha dejado de llover. Quizás esta noche Miércoles y yo nos tomemos un licor de coco.

8 de octubre de 1783

Poco a poco, Miércoles va adaptándose a la vida en la cabaña. Hoy, ante el impenitente aguacero que nos asola desde hace días, ha preparado un delicioso té con vainilla. Nos lo estamos tomando en las sillas del porsche, mirando al océano horizonte.

7 de octubre de 1783

En estos días tormentosos me da por pensar. A veces pienso cosas que no debería. Lo peor del futuro es que, a pesar de estar convencido de que no será bonito, el tiempo te lleva inevitablemente hacia él. Así que será mejor hacerse a la idea.

6 de octubre de 1783

En días así sí le entra a uno la añoranza. Se da uno cuenta de que la felicidad es una chimenea, un buen libro y una taza de té.

5 de octubre de 1783

Sigue lloviendo. Diluvia, más bien. Los animales han desaparecido y hace hasta un poco de frío. Esto se ha convertido en un lugar inhóspito.

4 de octubre de 1783

La tormenta llega y todo lo envuelve. No hay claridad alguna en el horizonte, todo sucumbe a la oscuridad.

3 de octubre de 1783

Miércoles ha vuelto, pero también he de hacerme a la idea de que no estará aquí para siempre. El mar se ha embravecido y parece acercarse una fuerte tormenta.

2 de octubre de 1783

Esta mañana Miércoles ha salido a por fruta y aún no ha vuelto. Jamás en mi vida me había sentido tan solo.

1 de octubre de 1783

Hoy me he acordado de mis padres. Espero que no estén tristes por mi ausencia. Sólo deseo que disfruten también por mí de las maravillas de mi tierra escocesa.

30 de septiembre de 1783

Hoy hemos descubierto que hay una cosa aún mejor que un día de juego y descanso al sol del atardecer: dos días de juego y descanso al sol del atardecer.

29 de septiembre de 1783

Quizás lo bueno sea ir compaginando ambas cosas. El dolorcillo de fondo de los golpes en las piernas, el zumo de mango que nos hemos preparado en cáscaras vacías de coco, recostarse en una silla al sol del atardecer, meter los pies en agua salada... Tenemos una enorme sonrisa de bienestar.

28 de septiembre de 1783

Casi mejor volvemos a la cocina, me ha dejado las espinillas como una procesión de penitentes.

27 de septiembre de 1783

Ahora que lo pienso, es dificilísimo enseñar a Miércoles a cocinar, pero quizás no se le de tan mal jugar con mi pelota de hojas de palma. Podría ser divertido.

26 de septiembre de 1783

Qué aburridos son algunos días en esta isla. Si algún día salgo de aquí y vuelvo a mi pueblecito natal, he de inventar un deporte llamado football.

25 de septiembre de 1783

Hoy voy a enseñar a Miércoles cómo cocinar un sabroso conejo estofado. Cuando le he señalado nuestra presa en el claro del bosque ha hecho enormes aspavientos de asco. Le he dicho que no se preocupe, que yo sólo pretendo enseñarle a cocinarlo. El hambre le enseñará el resto.

24 de septiembre de 1783

Y hoy, la tercera y última lección sobre gastronomía de supervivencia: Cómo sobrellevar con dignidad una aguda diarrea después de comer salmonete crudo y papaya verde.

23 de septiembre de 1783

Después de una comida de supervivencia, una lección sobre postres de supervivencia. Las papayas verdes no son lo mejor, pero al menos no te las pelean los pájaros.

22 de septiembre de 1783

Hemos conseguido pescar algo parecido a los salmonetes. Momentáneamkente, hemos cambiado las clases de cocina por las de supervivencia. Nos los hemos comido crudos.

21 de Septiembre de 1783

Hoy, día de San mateo, fiesta patronal de mi añorado pueblecito escocés, he visto pasar un enorme mero delante nuestro mientras pescábamos. Me ha mirado, le he mirado... Le odio profundamente.

20 de septiembre de 1783

Miércoles y yo hemos ido hoy a intentar pescar algo como alternativa a la inanición. La inanición y los anzuelos nos han ganado la batalla. A este paso, el poco ron que queda se nos irá en desinfectar heridas punzantes.

19 de septiembre de 1783

Bien, recapacitemos. Si intentar hacer un rosbeef en salsa se me antoja imposible de la mano de Miércoles, probaremos con algo más primitivo y, por lo tanto, natural. La pesca.

18 de septiembre de 1783

Tras las primeras sesiones culinarias, hoy nos lo hemos tomado de descanso. Comeremos coco y santas pascuas.

17 de septiembre de 1783

La lección de cocina de hoy ha consistido en encender y mantener estable un fuego que nos permita cocinar. Miércoles ha mostrado un inusitado interés. 15 minutos más tarde estábamos dando carreras a la playa a llenar cocos de agua para apagar el techo de la cabaña.

16 de septiembre de 1783

Hoy hemos dado las lecciones 2 y 3 de manera consecutiva. Cómo cortar verdura para sopa y cómo curar los cortes sangrantes.

15 de septiembre de 1783

Hoy he comenzado las clases de cocina con Miércoles. Como hasta ahora sólo comía carne humana y además no la cocinaba él, la tarea se presenta ardua. La primera lección (diferenciar carne, pescado y verdura) ha sido un perfecto fracaso.

14 de septiembre de 1783

Anoche, mientras Miércoles roncaba flatulentamente, soñé con Islandia, tierra ésta muy al Norte de mi madre patria escocesa y de la cual desconozco todo. Pero mi sueño estaba poblado de maravillosos músicos y cantantes.

13 de septiembre de 1783

Se me han agudizado los sentidos. Lo huelo todo, oigo el rumor de hasta la última gota del mar, la brisa me susurra historias lejanas... Creo que el licor de coco ha destilado más de la cuenta.

12 de septiembre de 1783

Nunca hubiera llegado a pensarlo, pero cuán diferente es la percepción del tiempo cuando se está solo a cuando se está con más gente.

11 de septiembre de 1783

Hoy ha reaparecido el loro. Ha venido volando como un poseso hasta darse de cabeza con el cocotero más alto de toda la playa. El cocotero sigue en su sitio, pero a él no le envidio el dolor de cabeza.

10 de septiembre de 1783

O discutir...

9 de septiembre de 1783

Lo bueno de que ahora seamos dos es que podemos enfrascarnos en proyectos imposibles para una sola persona. Como charlar.

8 de septiembre de 1783

Puede que Miércoles sea tonto, sucio y desesperante. Pero hoy estábamos sentados en la playa y le miré. Él estaba ahí, sonriendo como siempre, sin razón alguna... y también me hizo sonreir. Hace mucho tiempo que no sonreía.

7 de septiembre de 1783

Este nativo futuro ex-caníbal es un guarro. Le llamaré Miércoles.

6 de septiembre de 1783

Que dios nos pille confesados. Este nativo es un perfecto inútil, tiene pocas luces y posée la dudosa cualidad de poner al límite mi paciencia en todo momento. Y todo con una impecable sonrisa.

5 de septiembre de 1783

Los reveses del destino hay que afrontarlos. Si tengo que hacer vida conyugal con este tipo, intentaré aprovechar la mitad que la madre naturaleza nos permite: le enseñaré a cocinar y llevar la casa. Por la noche, camas separadas.

4 de septiembre de 1783

¿Por qué estoy atrapado aquí con este ex-caníbal y no con una buena rubia de hermosas trenzas? ¿Qué pecado cometí, oh Cielos, contra vosotros, naciendo?

3 de septiembre de 1783

Bueno, ya estoy de vuelta en mi cabaña. Sigo estando a miles de millas de ninguna parte, pero ya no en una isla desierta. Ya sé que la comparto con una tribu de salvajes caníbales y con este tonto que no hace más que sonreirme y romper toda la vajilla a su paso.

2 de septiembre de 1783

No hay rastro de los caníbales, por lo que hemos vuelto a la cabaña. Nos hemos encontrado al loro posado en la hamaca del porsche. Juraría que al verme ha dicho "mierda".

1 de septiembre de 1783

Ha funcionado. No me preguntéis cómo, pero ha funcionado.

31 de agosto de 1783

Visto que el tonto está esperando a que yo piense cómo salir de aquí, me he puesto manos a la obra. Nunca mejor dicho. Las he sumergido en busca de mis pies para tirar de ellos hacia arriba.

30 de agosto de 1783

"No te metas donde no te llaman", me decía mi madre. "Nunca vas a sacar nada bueno", me repetía. Y no sé cómo lo hago, pero siempre consigo no hacerle ni caso.

29 de agosto de 1783

Enterrados en arenas movedizas, parece que hemos despistado a los caníbales, pero ahora no hay forma de salir de aquí. Ha aparecido el conejo y nos mira fijamente a los ojos. Espero que esté pensando en cómo rescatarnos.

28 de agosto de 1783

Por no ir directamente a mi cabaña y poder despistar a los caníbales, hemos caído en un pozo de arenas movedizas. Estamos metidos hasta el cuello. El tonto me sigue sonriendo.

27 de agosto de 1783

No quiero dar pistas a los caníbales de dónde se encuentra mi cabaña. Me llevaré al tonto a dar un rodeo para despistarlos. Tampoco hace falta que me lo lleve, el muy lerdo me sigue como si yo fuese un seguro de vida.

26 de agosto de 1783

Bum... shaká laká...bum...shaká laká...bum...shaká laká...bum... shaká laká...bum...shaká laká...bum...shaká laká...bum... shaká laká...bum...shaká laká...bum...shaká lakáaaaaaaaaaaa

¡¡¡Flaubeeert!!!

25 de agosto de 1783

El nativo tonto y yo huimos como almas que llevase el diablo montaña abajo. Los caníbales nos persiguen haciendo sonar sus horribles gritos y tambores en la lejanía.

Bum... shaká laká...bum...shaká laká...bum...shaká laká...

24 de agosto de 1783

Esta mañana por fin nos metieron en la olla. Resulta que nos quisieron meter a la vez y ambas cinturas no cabían al tiempo por el perímetro olleril, así que la enorme vasija rompió. Ambos aprovechamos a salir a la carrera mientras el cocinero inventaba nuevos idiomas.

23 de agosto de 1783

Hay que ver lo mal que se duerme colgado de una cuerda por los pulgares. Y más dificil aún es escribir esto. No os diré con qué lo hago...

22 de agosto de 1783

Colgado en esta cuerda añoro incluso los días en los que tenía que soportar las tardes de compras con mi añorada Morag en nuestro Edimburgo natal. Hasta ese punto estoy desesperado.

21 de agosto de 1783

Necesitába ganar tiempo como fuese. Cuando la olla ya hervía, la han puesto debajo nuestro y he aprovechado para mearme pata abajo en abundancia. Los caníbales se han puesto a jurar en arameo, el cocinero con especial vehemencia.

20 de agosto de 1783

Bueno, me temo que habrá que rediseñar el plan de fuga. El cocinero ha puesto a calentar una olla enorme y el tonto me mira y sonríe con los dientes de abajo. Del conejo, ni rastro.

19 de agosto de 1783

Le tiré la piedra al chamán. Fallé. Salí corriendo de todos modos al rescate y tropecé con el conejo. Caí trastabillado sobre la olla, que se ha vuelto a romper. Ahora estoy colgado en otra cuerda junto al tonto.

18 de agosto de 1783

Ya está, he trazado un plan perfecto. Lanzaré una certera pedrada a la cabeza del chamán, el revuelo dejará sólo al cocinero en la olla, al que derribaré y ataré hábil y rápidamente con una liana. Utilizaré su cuchillo para cortar la cuerda de la que cuelga el tonto y me lo llevaré al hombro ladera abajo.

17 de agosto de 1783

He hecho un alto en mi plan de rescate para reflexionar. Hoy hace doce años me salvó el azar de morir ahogado. El mismo azar que doce años después me tiene náufrago a la deriva...

16 de agosto de 1783

Debe ser el hambre el que no me deja pensar bien para trazar un plan de rescate y fuga. La nueva olla empieza a olerme bien. Como este conejo siga incordiando, acaba en la olla y me apunto al banquete.

15 de agosto de 1783

Sigo agazapado tras los arbustos pergeñando un plan. Un conejo a venido a olerme el culo.

14 de agosto de 1783

Vuelvo a estar agazapado en los arbustos. Lo que esta gente tiene es mucho hambre, porque al tonto colgado de los pulgares le dirigen las mismas miradas que a mí. Han puesto otra olla a calentar.

13 de agosto de 1783

Aprovechando el bullicio, salí corriendo en pos de mi libertad. Pero mira tú que a los 200 metros recordé tener conciencia y volví. No puedo dejar al tonto manazas en semejante situación. He de hacer algo.

12 de agosto de 1783

Pobre, chaval, lo han puesto a parir. Bueno, más bien a secar, porque lo han colgado por los pulgares de un palo altísimo. Con el lío, yo me he escabullido hasta unos arbustos cercanos.

11 de agosto de 1783

Ya empezaba a hacer mucho calor en esta olla cuando ha venido el tonto de la tribu para revolverme con el palo (parece ser que le hacía ilusión). Ha tropezado, ha caido sobre la olla, la ha volcado y se ha roto. Menos mal...

10 de agosto de 1783

Tras otra desesperante discusión acerca de la temperatura del caldo (o eso creo) me han acabado introduciendo en la olla. Reconozco que esto tiene buena pinta, si yo tuviese la dicha de ser uno de los comensales.

9 de agosto de 1783

Se han pasado la noche adobándome. Ahora mismo estoy rebozado en sal, pimienta negra, comino y un toque de picante. Huelo muy bien.

8 de agosto de 1783

Les hago ver que estoy enfermo. Tengo fiebre, estornudo, se me caen los mocos... Pero me temo que a ellos les está pudiendo más el hambre que el asco.

7 de agosto de 1783

Han terminado la discusión como yo me temía: me lo han dado todo y me están obligando a comerlo a punta de lanza. Han puesto una enorme olla a calentar.

6 de agosto de 1783

Y siguen, los tíos... Si en el fondo les da igual darme una cosa u otra, porque van a acabar comiéndome igual, pero es que les encanta discutir, creo que disfrutan con ello.

5 de agosto de 1783

Hoy aún no me han dado de comer. No es porque me vean demasiado gordo, sino porque dos tipos, a los que tengo por los cocineros están discutiendo. Uno intenta darme multitud de frutas y dulces. El otro, carne y pescado. Qué pena que un tercero no puje por el té y la sal de frutas.

4 de agosto de 1783

El 99% de los habitantes de esta isla son unos bordes y/o gilipollas. El 1% restante, lamentablemente, soy yo.

3 de agosto de 1783

Hay un tío que no me quita ojo. Me deja escribir en mi diario siempre y cuando siga masticando. En cuanto continúo mi movimiento mandibular, el tío se relame y sonríe.

2 de agosto de 1783

Me siguen cebando. Entre la comida hay ingentes cantidades de miel y canela. Que alguien me traiga un vaso de agua, por el amor de dios…

1 de agosto de 1783

En estos dos últimos días me han dado más de comer que mi abuela en 20 años.

31 de julio de 1783

Los indígenas que me traían me han metido en una olla gigante, pero ha llegado uno con muchos collares, me ha pinchado con un palo, les ha echado una bronca terrible a los demás y me han sacado de la olla.

30 de julio de 1783

Esta mañana el ruido ya era ensordecedor. Convencido de que era el palpitar de mi corazón oído desde dentro, me tumbé a echar la siesta. Acto seguido aparecieron 30 negrazos en taparrabos y me llevan atado en un palo como los cerdos. Estoy escribiendo esto con la boca.

29 de julio de 1783

Se siguen oyendo tambores, cada vez más fuerte, pero ni rastro de su origen. Empiezo a pensar que son imaginaciones mías.

28 de julio de 1783

Ayer no encontré los tambores y esta mañana tampoco. Parecen venir de todos lados, retumbar en cada roca, pero no doy con ellos.

27 de julio de 1783

Esta mañana he seguido el ruido de los tambores hasta dar con ello. Y no me gustó absolutamente nada lo que ví.

26 de julio de 1783

Hoy vuelven a sonar los tambores. Definitivamente, esto tengo que investigarlo. Cojo una liana y un martillo y me meto en la selva. Seguiré informando.

25 de julio de 1783

No hay nada mejor en este mundo que dormir 10 horas seguidas. Y nada peor que despertarse y darse cuenta de que se estaba mejor durmiendo...

24 de julio de 1783

Vaya por dios, hoy que es viernes y los tambores no suenan. Espero que al menos no les dé por hacer matinée el sábado.

23 de julio de 1783

Hoy me ha dado la sensación de volver a oir tambores. Desde luego, los loros quedan descartados, no les veo con capacidad para desollar una cabra, secar su piel y tensarla alrededor de un tronco hueco.

22 de Julio de 1783

Esta mañana me ha parceido oír tambores en el interior de la isla. Probablemente hayan sido imaginaciones mías, debidas al calor y el agua destilada de coco.

21 de julio de 1783

Algunos días tengo una sensación extraña: la de que lejos de aquí la vida sigue, que nada se ha detenido. Gente que muere, gente que nace. Y yo al margen de todo ello.

20 de julio de 1783

Esta es mi primera anotación en dos semanas. Básicamente porque había perdido el diario y no era capaz de encontrarlo. Manda huevos, con la pedazo mansión que tengo...

4 de julio de 1783

Hoy es mi cumpleaños y voy a montar una fiesta playera. Me he hecho un gorro con hoja de palma y pondré una barbacoa. Tengo 4 horas para cazar algo que echarle encima. Loro dice que él trae los mangos.

3 de julio de 1783

Me acabo de echar una siesta de esas que al despertar uno no sabe si es por la mañana, por la tarde... ni siquiera qué día. Creo llevar bien la cuenta si aún es 3 de julio.

2 de julio de 1783

Ah, aquellas noches en el pub... los amigotes, la cerveza, el frío, la lluvia, las peleas, la resaca de la mañana siguiente... Es posible que tampoco esté tan mal aquí.

1 de julio de 1783

Por si acaso me quedaba sin tinta, hoy he vuelto a intentar pescar unos pulpos. Tras horas de enconada lucha, he salido con dos mejillones, una lapa, tres cardenales y dos dientes menos. Como cuando iba a pescar al pub de mi pueblo los sábados por la noche.

30 de Junio de 1783

Hoy no ha pasado absolutamente nada, así que lo único que estoy haciendo al escribir esto es gastar la poca tinta que le exprimí al pulpo.

29 de junio de 1783

Hoy sí he conseguido pescar un pulpo. Lo suyo me ha costado. Me abalancé sobre él con una estaca y, tras dos horas de lucha, al salir del agua nadie podría haber dicho quién había pescado a quién. Pero soy yo el que escribe esto con la tinta del otro.

28 de junio de 1783

Anoche soñé que naufragaba y que me quedaba solo en una isla desierta.

27 de junio de 1783

Yo me aburro, el loro se aburre, los cocoteros se aburren, todos nos aburrimos.

26 de junio de 1783

Cuando era pequeño, mi abuelo me explicó un día cómo fabricaba cerveza en el propio sótano de nuestra casa. Y a decir de los lugareños, era la mejor. No sé por qué demonios no le presté atención.

25 de junio de 1783

Como ya se me han pasado las agujetas, hoy he vuelto a darle puntapiés a la pelota de hojas de palma. Pero como que le daba sin ganas, melancólico... no sé...

24 de junio de 1783

Segundo día a la espera del pulpo. He pillado un chipirón, me ha costado tres heridas en las piernas y con su tinta no escribo ni la fecha.

23 de junio de 1783

Hoy me he metido al recodo del saliente de rocas a buscar pulpos. Tras unas 10 horas de espera, he tenido el mismo éxito que si hubiese buscado juegos de té de 6 piezas en porcelana china.

22 de junio de 1783

No me había parado a pensar aún en ello, pero no creo que quede demasiada tinta en frasco entre los restos del naufragio. Tengo que ponerme a pescar un pulpo ya.

21 de junio de 1783

Hoy he vuelto a ver al loro posado en la barandilla de porsche. Juraría que está ojeroso y le duele la cabeza, porque no ha dicho ni pío. Es evidente que cualquiera aquí se lo pasa mejor que yo.

20 de junio de 1783

Desde que llegué a esta isla he estado alimentándome de cocos, mangos, pescado fresco, agua de lluvia y algún que otro conejo. Y se me está quedando un tipín...

19 de junio de 1783

Viernes. No sé por qué razón, es una completa estupidez, pero me da la sensación de echar en falta a un negro en taparrabos. Serán imaginaciones mías, me estoy volviendo majara aquí solo.

18 de junio de 1783

Hoy me he pasado todo el día haciendo obras en la cabaña. Apuntalando el techo de palma, poniendo barandillas al porche. Me ha quedado todo estupendo, pero tengo una terrible sensación de estar haciendo el gilipollas.

17 de junio de 1783

Hace unos días que el loro no aparece. Probablemente esté de picos pardos. Cuando vuelva le preguntaré si su lora tiene alguna amiga...

16 de junio de 1783

Por doler me duele hasta el aliento, gracias a la dichosa pelota de hojas de palma. Pero qué sonrisa llevo encima desde hace dos días.

15 de junio de 1783

A la palabra "agujetas" le faltan letras para describir lo que estoy sufriendo. Toca dejar la pelotita en paz unos días.

14 de junio de 1783

Estoy empezando a ver que esto es cuestión de práctica. Si en vez de darle con la uña uso el empeine de lado, el esférico incluso rota sobre sí mismo y adquiere una curiosa trayectoria curva. Es apasionante.

13 de junio de 1783

Hoy he hecho un descubrimiento prodigioso. Cansado de golpear mi esférico con el pie derecho, he probado a hacerlo con el izquierdo... ¡y no tenía ni idea de que soy zurdo! Lo he introducido entre los dos cocoteros más de la mitad de las veces.

12 de junio de 1783

Aprovechando mi nuevo artefacto esférico, más dúctil que el coco, hoy le he dado varias patadas. Mi pie derecho lo agradece.

11 de junio de 1783

He recogido unas cuantas hojas de plátano, las cuales en enrollado unas sobre otras y las he atado de forma esférica con una pequeña liana entrecruzada. Tiene el tamaño de un coco grande, pero es mucho más blando en el golpeo.

10 de junio de 1783

Hoy he vuelto a darle una patada al coco y me he dejado clavada en él la uña del dedo gordo. Pero se me está ocurriendo otra cosa, mañana la pruebo.

9 de junio de 1783

Hoy tengo el pie morado de la patada al coco de ayer, pero sigo con ganas de volver a darle.

8 de junio de 1783

Esta mañana había un coco solitario en medio de la playa y sentí un irrefenable deseo de darle una patada. Casi me parto un pie, pero lo colé entre dos palmeras. Es muy extraño, pero me gustó.

7 de junio de 1783

"Así aprenderán estos romanos", decían. Gilipollas...

6 de junio de 1783

Esta mañana ví cómo se acercaba una barcaza a mi playa llena de gente. Lloré de gozo porque venían a salvarme. Se bajaron, gritaron ser del Frente Judaico Popular y se clavaron un puñal. Sigo solo y encima tengo que limpiar el estropicio.

5 de junio de 1783

El otro día abrí demasiados cocos para la sed que tenía. Los dejé secar al sol. Hoy, 10 días más tarde, me he bebido el poco agua que les quedaba y me lo estoy pasando en grande...

4 de junio de 1783

El loro empieza a mostrarse más confiado. Ya se me posa en la barandilla del conato de porsche de mi cabaña. Démosle tiempo.

3 de junio de 1783

Hoy es uno de esos días que me podía haber saltado tranquilamente

2 de junio de 1783

¡¡¡Mecagüen todo!!!....................... En las islas desiertas también hay malos días.

1 de junio de 1783

Del buen tiempo se pasa a la canícula en un abrir y cerrar de ojos. Ni mujeres ni nada, hoy daría mi reino por una rica cerveza en el pub de mi pueblo escocés.

31 de mayo de 1783

Domingo. El sol brilla, la brisa sopla suave y fresca, el mar me arrulla con sus olas y los cocoteros dan una sombra deliciosa. Hace mucho que paso de ir a misa y se me ha recompensado con el paraíso en la tierra.

30 de mayo de 1783

Después de un mes de vivir en mi propia cabaña, ya toca limpieza general. No sé cómo, pero la tengo hecha unos zorros.

29 de mayo de 1783

Si mi calendario de mejillonazos en la pared no falla, hoy es viernes. Ante la falta de perspectiva, estoy sopesando tirarme al loro.

28 de mayo de 1783

Y donde ayer me alegraba por no tener que aguantar mujer, hoy echo de menos a una hasta el punto de que el loro mantiene una prudente distancia conmigo.

27 de mayo de 1783

Poco a poco voy intentando verle el lado bueno a todo esto. Si me despierto al alba, puedo darme media vuelta en la hamaca y seguir durmiendo sin que ninguna mujer me llame "vago indecente".

26 de mayo de 1783

Sigo enfermo. Tengo fiebre y un coco atravesado en la garganta que no me deja hablar. El loro está feliz, hoy no podré cagarme en la madre que lo parió.

25 de mayo de 1783

Hoy me he levantado enfermo. No vale de nada quejarse, el loro no me va a preparar sopitas ni té con galletas.

24 de mayo de 1783

Hoy me he levantado bastante mal. No he dormido bien y, además, tengo la extraña sensación de que nada se mueve a mi alrededor. No hay ruidos, el mar está en calma. Ni siquiera ha venido el loro a graznarme...

23 de mayo de 1783

Con el techo dándome una tregua, me acuesto anoche y sueño que todo es un sueño. Sigo en mi casa y tengo una familia feliz. Pero llega el alba y te muestra de nuevo la realidad.

22 de mayo de 1783

Ha vuelto a llover y me ha tirado el techo de nuevo. A veces me apetece tirarme al mar, no nadar y a otra cosa, mariposa...

21 de Mayo de 1783

Mientras reparo el techo, con otra carrada de hojas de palma, pienso en todos aquellos que nunca más sabrán de mí. Ni yo de ellos. El mundo nos parecía tan pequeño y, sin embargo, es tan grande...

20 de Mayo de 1783

Anoche llovió una barbaridad y mi techo de hoja de palma se vino abajo. Debajo estaba yo. Mi cabaña no se inundó gracias a que en su día no acerté a poner rectos los tablones del suelo. Soy un arquitecto con vistas.

19 de mayo de 1783

Bueno, hoy me he levantado más descansado. Sigo pensando en las cosas que he hecho mal para llegar aquí, pero el bastardo del loro empieza a caerme bien. Todo tiene un lado menos malo.

18 de mayo de 1783

A veces uno piensa en la de oportunidades que tuvo para no acabar aquí. Es increíble la cantidad de decisiones erróneas que se pueden llegar a tomar en la vida.

17 de mayo de 1783

Tengo que empezar a crear una especie de despensa en mi cabaña. Me paso el día en la hamaca mirando al mar y eso me da hambre, pero no es cosa de adentrarse en la selva cada dos horas.

16 de mayo de 1783

Y ahora, con el cuerpo y la mente bien descansados, llega la pregunta: ¿cuánto tiempo me queda?¿Va a ser siempre así?

15 de mayo de 1783

No hay nada como levantarse descansado de la hamaca que uno mismo se ha hecho. Hay días en los que merece la pena pensar en seguir adelante.

14 de mayo de 1783

Ya estoy instalado en mi nueva casa. No será un palacio, pero he de decir que los atardeceres en el porsche son una delicia.

13 de mayo de 1783

Tras el descanso, he reunido ánimos y estoy ya construyendo la cabaña. En mi mente había más madera y hojas de palma de las que al final hay. Lo dejaremos en bungalow... , pero MI bungalow.

12 de Mayo de 1783

Hoy me senté en la arena, mirando al mar. Me acordé de cosas y gente pasada. Sentí una profunda tristeza.

11 de mayo de 1783

Arrastrando toda esta madera por la arena de la playa hacia mi incipiente hogar, recuerdo la frase que un día me dijo un viejo marinero griego: "no sabes lo que son los problemas hasta que casas a una hija o te haces una casa".

10 de mayo de 1783

Estaba planeando una distribución de habitaciones, salones y cocina más comedor en mi cabaña. He vuelto a contar los troncos y creo que lo dejaré en un loft.

9 de mayo de 1783

Ya he hecho los cimientos para mi cabaña de náufrago. Recemos para que no sople la más mínima brisa estando yo dentro.

8 de mayo de 1783

Bien pensado, es el único que me hace compañía aquí. Ha aprendido a imitarme. Cuando me pillo un dedo, dice mierda antes que yo.

7 de mayo de 1783

Al loro cabrón no sé si le estoy cogiendo tirria o cariño. Me vigila mientras hago la cabaña y a veces chista y mueve la cabeza.

6 de mayo de 1783

Eso por no hablar de lo que daría por una mujer. Creo que hasta el loro me huye, por si las moscas...

5 de mayo de 1783

Mi reino por un yogur.

3 de mayo de 1783

Las islas desiertas son estupendas para los domingos por las mañanas: playita, sol, brisa del mar y leche de coco. Lástima de novia...

2 de mayo de 1783

Hoy ha vuelto el loro. Ya no se ríe, pero al ver mis tablones ha hecho un gesto de suficiencia.

1 de mayo de 1783

Cuando era joven, en mis años de estudiante, conocí a dos chicos llamados Boullé y Ledoux, muy majos. Les habrían encantado mis tablones.

30 de abril de 1783

Estoy intentando medir para sacar los tablones. Jamás en mi vida hubiera pensado que en esta isla echaría de menos una plomada y un hilo...

29 de abril de 1783

Hoy por fin he acabado de cortar el tronco gordo. Con esto tengo para una buena estructura. Sólo me falta sacar 50 tablones rectos de él.

28 de abril de 1783

Mi ritmo de corta de troncos se ha ralentizado. No creo que sea culpa del mejillón, más ergonómico que la almeja, sino de mi técnica...

27 de abril de 1783

Le he tirado una piedra al loro. No le acerté. Después el loro me ha cagado. En toda la diana.

26 de abril de 1783

El mejillón se está portando, pero a medio tronco me he tomado un descanso. El loro no sé si ha estornudado o me ha llamado "matao".

25 de abril de 1783

A mi alrededor es obvio que no hay vida inteligente. Sin embargo, hace unos días que un loro me mira sin cesar. Y juraría que se ríe de mí.

24 de abril de 1783

He empezado a cortar el tronco gordo. Como la almeja no da para más, me he hecho con un mejillón.

23 de abril de 1783

Primer día de período vacacional intrainsular: tedio supino. Estoy viendo un tronco de tres abrazos de diámetro. Ese cae mañana...

22 de abril de 1783

Lo bueno de vivir en tu propia isla es el poder que rezumas. Mañana comienza oficialmente el puente de mayo para todos los habitantes: yo.

21 de abril de 1783

Ya llevo cortados tres cocoteros. Las prisas me han llevado a escoger los tres que me daban sombra al chamizo. Cambio de ubicación.

19 de abril de 1783

Me estoy dando cuenta de que en esta isla no tengo ninguna de las cosas buenas que tenía..., pero las malas se han venido todas conmigo.

18 de abril de 1783

Por fin es viernes, cosa que, en esta isla en medio de ninguna parte, me la trae al pairo.

17 de abril de 1783

En los días que llevaba aquí me había sorprendido la total ausencia de mosquitos. Estaban emboscándose, esta noche me han picado 7.852 veces

16 de abril de 1783

Cuando uno es un náufrago en una isla desierta, piensa al menos que le sobrará tiempo... Y una mierda, yo no doy abasto.

15 de abril de 1783

Bueno, creo que iré construyendo mi cabaña por partes. Primero un lecho matrimonial con dosel, por si las náufragas. El resto ya vendrá.

14 de abril de 1783

Mi reino por una cama...

9 de abril de 1783

Bueno, ya está bien de deprimirse, hay que afrontar la situación. Si los troncos de palmera son demasiado gordos, iré a por los cocoteros.

8 de abril de 1783

Aquí, por no pasar, no pasa ni el tiempo...

7 de abril de 1783

Me duele hasta el aliento y aún no he cortado madera ni para una silla. Estoy por mandarlo todo a tomar polculo y naufragar de nuevo

5 de abril de 1783

A mitad del segundo tronco se me ha roto la almeja. Las cáscaras de coco no funcionan tan bien.

3 de abril de 1783

Otros cuatrocientos veinticinco troncos, más o menos, y listo.

2 de abril de 1783

Jamás lo hubiera creído, pero se puede cortar el tronco de una palmera con una concha de almeja en sólo 15 horas. Mañana, agujetas.

1 de abril de 1783

¿De dónde coño se sacan en una isla desierta una sierra y un martillo? Creo que mi cabaña va para largo.

31 de marzo de 1783

Bueno, el timonel no aparece para darle dos collejas. Tendré que hacer como todo náufrago que se precie: construir una cabaña del copón.

29 de marzo de 1783

Ya llevo 5 días en esta isla y rezo para no pasar siquiera otros 5 más. Si no, voy a conocer al mismísimo Aburrimiento en persona.

28 de marzo de 1783

Uno siempre sueña con tumbarse en la playa de una isla tropical. Y cuando lo consigue, no piensa más que en cómo irse de aquí...

26 de marzo de 1783

Uno nunca piensa que va a naufragar. Si no, siempre llevaría encima una cuchara.

25 de Marzo de 1783

Ya llevo un día tirado en esta playa tropical. Entre los restos del naufragio no encuentro la Nivea.

24 de Marzo de 1783

Diario de a bordo: El barco naufragó anoche. Si una ola arrastra hasta aquí al inoperante del timonel le despediré.