12 de diciembre de 1783
Hay días que más valdría no haberse levantado de la hamaca. Y lo digo por mí, que debo ser tonto, porque Miércoles bien sabe Dios que lo hace. Le he llegado a contar tres días seguidos, con sus tres noches, sin poner un pie en el suelo.
11 de diciembre de 1783
Porque da igual lo que se esfuerce uno, si lo hace bien o mal, que al final sale el sol y le da otra vez en pleno cogote. Es desesperante.
8 de diciembre de 1783
"No pensarás ir así vestido", "muy propio de ti y tus amigotes", "hace siglos que no me sacas de casa", "El fin de semana viene mamá, así que ya te estás portando"...
7 de diciembre de 1783
Bueno, sólo algunas de ellas... Más bien pocas. Por no decir que únicamente mi amada Morag. Y a ratos, que cuando se pone insoportable también tiene lo suyo.
3 de diciembre de 1783
En esta isla hay básicamente un poco de todo, lo suficiente para sobrevivir plácidamente y sin angustias. Pero echo tremendamente de menos los bizcochos de los sábados de mi madre.
2 de diciembre de 1783
Llevaba toda la tarde taciturno sentado en la arena de la playa. Miércoles vino y se sentó a mi lado, en silencio. De repente se tiró un tremendo pedo. Nos miramos, con cara de guasa, y nos partimos de la risa. Adoro a este tío.
30 de noviembre de 1783
Juraría incluso que el loro no andaba muy lejos de la escena y se dio perfecta cuenta de mi encuentro con la gaviota. Desde ese día me mira con resquemor y no ha vuelto a insultarme.
29 de noviembre de 1783
Sostener la mirada de ese modo era, en mi pueblo, un evidente signo de entereza y confianza en uno mismo. Pero nunca en una gaviota, como mucho las ovejas viejas te sostenían la mirada 10 segundos, pero no más.
27 de noviembre de 1783
Hoy, ya al atardecer, estaba sentado en la playa disfrutando de la brisa cuando una gaviota se ha cruzado caminando por delante de mí. Cuando me fijé en ella, me clavó la mirada y, sin dejar de caminar, me la sostuvo hasta desaparecer por detrás de las rocas.
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