19 de diciembre de 1783

En otro tiempo quizás me hubiese arrepentido de escribir lo que escribí ayer en este diario. Pero ahora ya no, pues una de las cosas que me ha mostrado la vida es que, al final, nunca pasa nada extraordinario ni, mucho menos, divino. Así pues, no he de temer más castigo que el de la madre Naturaleza, en cuyas manos ha tiempo que estoy.

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