17 de junio de 1784

Para lo bueno nunca acierto. Para lo malo siempre.
Me quedé en la puerta de la choza. Vi caer el rayo, caer al palmera, quebrar la choza y comenzar el diluvio.

Lo primero que salió por la grieta en medio de un manantial fue el arcón. Lo aparté a mi lado y cogí la tapa.
Después salió fluyendo el indígena. Le di con la tapa de canto en sus partes. Aún se debe estar retorciendo.
Después apareció Bambata. Le di en la cabeza. Aquí está, más quieta que la muda de un cangrejo.

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