7 de febrero de 1784

En otra ocasión se puso de espaldas antes mí y, cambiando la dirección de la bola con el tacón, metió la bola entre las palmeras. Gritó "didí". (Engaño, en su idioma).
La última -tras la que me negué a seguir jugando- fue bochornosa para mí. Sin que la bola se separase de su pie más de un palmo, a una velocidad endiablada me regateó ocho veces. Ni siquiera sé lo que hizo.
Cuando la metió entre las palmeras, se subió el taparrabos a la cara, se lanzó de rodillas al suelo, abrió los brazos en cruz y gritó "mesi". (Que en su idioma es "madre mía lo que acabo de hacer").

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